Tiempo en Zaragoza

miércoles, 30 de enero de 2008

el bar de la esquina















La foto que ilustra este comentario, la he tomado de
garbre
Antigua Taberna del Moro estaba ubicada en la calle Sevilla. Año 1954. Arahal (Sevilla)
Fotografía gentileza de Rafael Jiménez (Taberna el moro).





Uno nunca sabe cuando las señales lo anuncian, no hay meteorólogos que nos avisen, lo dijo ya hace tanto el padre dylan que igual lo hemos olvidado

Pero las señales, tozudas, están ahí, avisando y nadie las quiere ver: hay un ruido infernal que nos dificulta distinguir lo esencial de la paja: radios, tertulias, cadenas de televisión, noticiarios, periódicos, Internet (aunque es esta jungla donde podemos encontrar de casi todo, como en botica, la biblioteca de los pobres, la de Borges y Alejandría), telenovelas, pogramas

Niños con lo ojos tapados, para preservar su intimidad, ahora también los abuelos aparecen así: no enseñéis la viejuz que es muy fea: definitivamente la arruga no es bella

¿Qué podemos esperar de un colectivo basado en el noble empeño de medrar; de tener, de ser, de aparentar: bla, bla, bla

Digamos que una de esas señales, otro día puede que se nos ocurran otras, haberlas haylas, tienen que ver con la desaparición de lo pequeño.

Recuerdo con saudade cuando iba a cambiar la correa del reloj que había heredado de mi padre, la última vez supe que ya no volvería jamás: el propio relojero, que se iba a jubilar, aguantó como un león hasta el último día: pero se iba él, y con él todos los relojeros:

quién necesita un relojero? hoy en día,
que los relojes están por todas partes, en digital o imitación, en las pantallas de los ordenadores, en los móviles, en los autobuses, en todas partes: quién necesita relojeros,

y quién necesita el bar de la esquina (que era de lo que quería escribir)

Es un pecado que los lugares de reunión tradicionales desaparezcan: las iglesias laicas en las que el trago redentor permite al parroquiano rumiar sus penas, hablar con el sacerdote que es el tabernero, relacionarse con otros humanos, incluso, si es el típico bar de la esquina, ir quizá con sus hijos para enseñarles el camino de perdición, no el McDonald (que debe ser el bueno) *

Hoy se cierran los bares antiguos, cambian de dueños y aparecen gentes de otros países (no tengo nada en contra, cuidadín) que como es normal no saben hacer un café y ahí empieza el desorden: dónde acudir? Desorientados ves a los otrora parroquianos en retirada al muermo y el hastío. Por ley sabia, los bares de la esquina, las cafeterías de tiempo y humo, los lugares humanos de acogida deberían estar protegidos y amparados.

Perdemos los mercadillos, perdemos el vecindario, los relojeros, perdimos hace mucho tiempo ya a los remendones, a los vendedores de fortuna – la chochona, hoy estamos que lo tiramos- , a los charlatanes y a los afiladores.....

Siempre perdiendo cuando creemos que estamos ganando.
La palabra, dónde nos queda la palabra si perdemos el bar de la esquina.




*

Y pongo el asterisco al hilo del hecho de que los niños en esa época –ya se ve en la foto- y bastantes años después entrábamos en los bares y tabernas y nos daban lingotazos (vino con soda, cervecitas...) para estar tranquilos unos y otros: sin hablar de quinas, palomitas de anís, pan con vino...

Aquellos barros trajeron estos lodos: hoy somos borrachos (ciertas generaciones crecidas en esos años 40 hasta no sabría muy bien decir, pero estimo que por los 80) pero no alcohólicos que es lo que parece ser que sucede cuando no se enseña a beber desde pequeñito, porque es muy malo y aparece el botellón y el jaleo generalizado y toda clase de brebajes y escasa y mala comida.

No hay comentarios: