jueves, 11 de junio de 2009
AC/DC
A veces te lo ponen a huevo. Yo había comprometido una asistencia para ver a los AC/DC con mi amigo Manolo (payaso bajo el nombre de Polilla, junto a su hermano Alcánfor (Toño), e irredento fan del rock acdc y derivados) ; pero vaya ud a saber por qué, jajá, esto no se ha hecho realidad.
Mais, hasta el rabo todo es toro, y me lo encontré el otro mediodía en nuestro garito preferido, la bodeguilla de Millán, antigua Casa Paricio, en el Coso Bajo de Zaragoza; yo había tenido la oportunidad de leer el artículo de Manrique en el País, sobre el concierto que oficiaron en Madrid, tras darse una vuelta por Las Ventas (salieron 2 dellos horas antes del acto, enfocados por las cámaras), comentando la visita papal del combo australiano en nuestro país, y me había reído a gusto; cuando apareció Polilla y, tras los muestreos de rigor, le leí dicho escrito, y con él a los parroquianos, incluyendo, no podría ser menos, al tabernero, Millán, gran conocedor del rock, y otros estilos, aparte de todo lo demás.
¡¡¡¡ es un fracasao¡¡¡¡¡ ¡¡¡¡¡es tu amigo¡¡¡¡ ¡¡¡¡comiste con el hace poco¡¡¡ ¡¡¡te honra la amistad, pero estaís ACABAUS¡¡¡
así eran los argumentos de Polilla: lee, le decía yo, da argumentos, ¡¡¡ como hace el escribano¡¡ grande jolgorio
Manolo no reblaba,
los AC/DC son lo mejón, no hay ninguna duda, estais acabaus: hemos terminao.
horas después leí el panegírico que el mismo diario dedicaba al mismo concierto al que, en parte, se refería el maestro Diego A.
ambos aquí, y cada uno que elija el que quiera: yo ya lo hice, creo.
2 caras de la misma moneda
Jueves, 11/6/2009
Cultura
DIEGO A. MANRIQUE
Chapoteando en el lodo
DIEGO A. MANRIQUE 08/06/2009
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Ya ha pasado el circo AC/DC, ya podemos respirar mejor. El grupo australiano posee una mefítica capacidad para multiplicar el número de falsarios, impostores, poseurs. Hablo de gentes cool que se apuntan para darse un baño de primitivismo, junto a los fans militantes. Y de personas de vida reglamentada que sienten la nostalgie de la boue y recuperan un incierto pasado heavy, que ahora se certifica con la compra de unas entradas caras y una camiseta que causará sensación en la próxima barbacoa de la urbanización.
Conviene recordar que el rock troglodita tiene gancho interclasista. A finales de los setenta, cuando se implantaban en España, aquello rompía los esquemas del departamento de ventas de Hispavox: despachaban más copias de AC/DC en el barrio de Salamanca que en Vallecas. No sirve como indicador sociológico pero revela que los bajos instintos son universales.
La estética del rock mantiene una benigna tolerancia hacia ciertos grupos que cultivan el mínimo común denominador: su aliento cazurro ayuda a equilibrar la tendencia a la pretenciosidad. Sin embargo, el fenómeno AC/DC se ha congelado en una patología infantiloide, un chiste simplón que todo el mundo se siente obligado a celebrar. Su hard rock con vetas de blues tiene menos sabor que el de Z. Z. Top, menos locura que Ted Nugent y sus Amboy Dukes, pero su longevidad comercial parece residir en la petrificación, el ideal del encefalograma plano.
Los australianos en general se sintieron orgullosos del fenómeno AC/DC, aunque su entusiasmo se ha enfriado ante la sospecha de que ensalzan penosos tópicos nacionales. Más allá de las letras, consagradas a ardores de la entrepierna, la oferta escénica del grupo ha degenerado en una elemental función de variedades, con muñeca hinchable, cañonazos y pirotecnia. Como si en las antípodas el entretenimiento tuviera que ser tosco y alcohólico, combustible para mineros en desparrame de fin de semana.
Y mejor no indagar en la psicología del guitarrista Angus Young, que provoca orgasmos colectivos al comportarse, década tras década, como el alumno díscolo de un colegio exclusivo. Escuchar, contemplar las creaciones de Angus y Malcolm Young lleva a peligrosas generalizaciones sobre la decadencia generacional del rock: su hermano mayor, George Young, solo logró una mínima fracción de su éxito -con The Easybeats y Flash & the Pan- pero, hagan las cuentas, firmó una cantidad de canciones memorables infinitamente mayor. No estaba sometido a la Ley del Piñón Fijo.
Jueves, 11/6/2009
Madrid
'Rock and Roll' Calderón
AC/DC entusiasma a 55.000 personas en el estadio del 'Atleti'
LINO PORTELA - Madrid - 06/06/2009
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El Vicente Calderón tiene debilidad por los hombres bajitos. Seres de pequeña estatura y gigantes en talento. El estadio colchonero acostumbra a rugir cuando Agüero culebrea con el balón cerca de la portería del contrario. Exactamente lo mismo ocurre si Angus Young se retuerce como un diablo en el centro del estadio bajo una lluvia de confeti mientras toca en calzones un sexual solo de guitarra. En ese momento las 55.000 personas que anoche llenaron el Calderón gritan, cuernos en alto, como si Maradona hubiera metido un gol -con la mano o con el pie- en la final de un mundial.
El guitarrista Angus Young y el cantante Brian Johnson, del grupo AC/DC, anoche en el estadio Vicente Calderón.- ÁLVARO GARCÍA
"Es el único grupo del mundo, con los Ramones, que no tiene una balada"
AC/DC, definitivamente la mayor banda de rock viva de la historia con el permiso de los Rolling Stones, es más que una religión. Unos son del Atleti, del Madrid o del Rayo Vallecano. Hay quien es de AC/DC. Y punto. Sus letras no tienen dobleces ni mensajes profundos. La filosofía de estos australianos se resuelve con una fácil ecuación: mujeres bellas + rock + vivir al límite = diversión y felicidad. Con la fórmula aprendida se dirigía ayer el público al estadio. En sus caras se veía la sonrisa de quién sabe seguro que va a ligar esa noche o tiene el partido ganado.
Petardos, policías a caballo, adolescentes y padres, novias y pandillas se agolpaban en la puerta del Calderón mientras la cerveza se agotaba en los bares de alrededor. Hasta los reventas disfrutaron, al vender algunas entradas a 120 euros. Inciso: desde hace meses en Internet se vendían sobres blancos a 165 euros cada uno. Claro, con un "regalo" dentro: una entrada de pista. Si a eso no se le llama religión, que venga Dios y lo vea."Lo único que le diría a Angus cara a cara es gracias. ¡Gracias y gracias!", decía antes del concierto Jesús Masa, de 29 años, en el paro y con una chupa llena de parches. "Siempre están ahí cuando los necesitas. Y encima son el único grupo del mundo junto con los Ramones que no tiene una balada", gritaba Laura, abogada de 43 años a pocos metros.
A las 22.05 se apagaron las luces. Muchos tenían el recuerdo reciente de su concierto en abril en el Palacio de Deportes, que ganó en sonido pero no en espectáculo. Miles de cuernos de color rojo infierno -que por 10 euros se vendían a la entrada- lucían en el estadio, mientras en las pantallas una locomotora se estrellaba contra el escenario. Explotan los fuegos artificiales y allí estaban. Los dioses: Angus, con su eterno traje de colegial verde, y su hermano Malcolm Young, de 55 y 56 años, con la vitalidad de unos adolescentes. "Puedo oler el rock and roll", dijo Brian Johnson, de 61 tacos, músculos de estibador y voz cascadísima. Caía clásico tras clásico (Dirty deeds done dirt cheap, Shot Down in flames o la potentísima Thundersck), mezclados con canciones de su nuevo disco Black Ice (afortunadamente no sonaron más de cuatro) y el público compuesto, por un 80% de hombres, tan feliz.
"Quiero que saquen los cañones y las campanas. ¡Todo!", decía poco antes del concierto un emocionado Yosi, cantante de Los Suaves, que compartía barra con Bunbury y Fonsi Nieto -que no paró de tocar la guitarra imaginaria-.
La campana apareció. La apocalíptica Hells Bells sonó como un calambrazo. Poco antes Angus acababa de hacer su tradicional streeptease con la blusera The Jack. Esta vez debajo de sus pantalones no había ninguna bandera sino un logo de AC/DC en rojo y gualda.
Luego apareció Rosie, una inmensa mujer de plástico bien entradita en carnes que se inflaba sobre el escenario con Whole lotta Rosie, de fondo. La canción está inspirada en la aventura amorosa real del antiguo vocalista original de la banda, el bueno y malogrado Bon Scott, con una generosa australiana (¿Dónde estará esa mujer? ¿Cobrará derechos de imagen? Si alguien la ve que avise). El concierto llegaba al final y los deseos de Yosi y de la masa se iban a hacer realidad: ¡cañones! Varios punteos de guitarra después y tras la potente declaración de principios Highway to hell, una hilera de cuatro cañones hacían templar el Manzanares. Era el final de un éxtasis de dos horas, que muchos -si la cerveza les conserva los recuerdos- guardarán en la memoria como los goles que este año ha metido Forlán en el mismo sitio donde ayer atronó y triunfó AC/DC.
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