El 21 de Junio de 1964 yo tenía 9 años, y hacía un calor de
llegada veraniega. Mi padre Juan nos
llevó a mi hermano mayor Juanchi y a a mí, y dijo que iríamos a ver por
televisión (en casa de un amigo, no había televisiones en la mayoría de las
casas ni en bares) un partido de fútbol, final
del campeonato de Europa de selecciones, de España contra Rusia que era como se
llamaba entonces a la URSS, ellos grandes enemigos, no solo futbolísticos sino
ideológicos; aún existían plazas en los transportes públicos reservadas a los
héroes de la División Azul
Además tenían a Yashine, la araña negra, un portero mítico,
un sputnik infranqueable, el mejor portero del mundo, aunque nosotros
contábamos con Iríbar cojonudo, chopo, y que por lo que puedo recordar de fotos
en el periódico As, vestía también de negro riguroso.
Para un pipiolo de esa época aquel partido no era este
tráfago actual de banderas y gritos. Como todo tiempo pasado quizá no fue mejor,
al poco de acercarnos a un cutre aparato en radical B/N la cosa hizo puff y
apareció el clásico arroz en pantalla acompañado de un ruido infernal; a tomar
por culo partido: yo creo que esperamos todo el tiempo, por si volvía la señal,
y que en realidad lo escuchamos al completo por alguna emisora: nunca
he conseguido saber si el problema de no poderlo ver fue del vecino o
generalizado en Badajoz, parte de, o cosa del famoso repetidor; si alguien lee
esto y le llega memoria me lo cuente.
En realidad quiero solo reflexionar sobre la crisis que nos
invade, aquellos tiempos de escasa luz y
agua, de leche en polvo o economatos, de dentistas a pedales y autobuses
eternos no eran distintos de los actuales, pues el reloj medía igual que ahora,
aunque es evidente que no se debe reblar en la lucha por las condiciones, no
deberíamos olvidar las raíces, esas mismas que hacen que el árbol sea árbol, y este mismo, pacientemente, dé sus frutos.
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