Tiempo en Zaragoza

viernes, 11 de abril de 2008

Zitarrosa






















Alfredo Zitarrosa, al volver del exilio llenó el estadio Nacional de Montevideo, de forma espontánea, como solo hacen los verdaderos hijos del pueblo. Este uruguayo tuvo una vida azarosa ya desde su nacimiento pues fue hijo natural y se crió a caballo entre su madre y otras familias: de hecho el apellido le vino de un argentino que fue su padrastro. También desapareció joven, recién cumplido el medio siglo

Desde siempre tuvo predilección por la poesía –así lo reconocieron Onetti o Borges- pero es quizá cuando cantaba con esa entrega tan verdadera, ese acento inconfundible ese inmenso respeto por el folklore que musicaba con guitarras sencillas y eficaces, y unas letras sensacionales, duras y certeras; obviamente sociales o de izquierdas (aunque no me gusta este epíteto: las verdades son verdades, y punto) como no puede ser de otra forma en este teatro de mundo que vivimos.

Las verdades suyas las prohibieron en Chile, en Uruguay, en Argentina; los asesinos. El se hubo de exiliar, estuvo incluso en esta España nuestra aunque no sé si le dieron mucho cuartelillo, hay en youtube una entrevista (un fragmento) hecha, yo creo, por la voz y la chulería, que es José María Iñigo, quien creía que era argentino; insiste cuando le corrige Zitarrosa, diciendo: aquí todo el mundo piensa que eres argentino: y Zitarrosa, educado, pero por derecho; le dice que ya que lo llamó para entrevistarle debería haberse informado (nos suena de algo esa prepotencia del cuarto poder). El periodista, quiere arreglarlo cuando, al hablar de la milonga, le insiste en que esta es argentina.. juas

Personalmente me emociona oirle cantar, a veces mucho, ese enorme poema llamado Guitarra Negra, del que os dejo una muestra; es la obra de un gigante, de esas personas cuya vida es a pesar de los vaivenes ejemplo y excusa para seguir creyendo en esta garrapata que es el ser humano.

El texto es duro, algo gore incluso, pero al hablar de la libertad humana, como es el caso: la vaca es el esclavo, el hombre, quizá el tupamaro, no se puede andar uno con chiquitas. Me gusta el texto, cuando dice los de uruguay for export: irónico, mordaz, pero con tanta ternura, a pesar de todo.

Uruguay for export

Temblando, con el frontal partido por el marrón, por el marronero, cae sobre sus costillas, pesada como un mundo, la res... Cae con estrépito, de bruces sobre el cemento... balando al descuajarse su osamenta, ya sólo un pobre costillar enorme, ya sólo un pobre cuero y sangre, media tonelada de huesos astillados, hincados en toda esa vida temblorosa y atónita... Ahí se va alzando, como un pesado pingajo, atrapada por la pata por un gancho que le salta arriba, que la alza por un ojal abierto en el garrón de un cuchillazo en plena estupidez sentimental, en plena media tonelada de monstruoso dolor, incomprensible, absurdo, balando, plañidera y tonta, como un escarabajo que no piensa, mientras medita lentamente por qué duele tanto y por qué duele qué parte de quién que es ella misma, la res, abierta al descuartizamiento atroz por todas partes, que nunca habían dolido y que eran tantas partes, tan extensas... y que pastando nunca habían dolido... haciendo leche, esperma, músculos, crin y cuero y cornamenta viva, que eran la vida misma manando hacia sus adentros, vibrando tiernamente como un sol cálido hacia sus adentros... y nunca habían dolido... Ya está colgada... Las patas delanteras se enderezan, se endurecen y avanzan hacia adelante y hacia arriba, implorantes y fatalmente rígidas, rematadas en cortas pezuñas que hace un instante amasaban el barro del corral, el estiércol de otros cien balidos, dinosaurios del siglo de las máquinas, nacidos para morir de un marronazo... Ahora ya es carne azul colgada en la heladera: "Uruguay for export"... Aquella res, que murió de un marronazo, cayó y tembló todo el frigorífico... Aquella otra res que recibió el marronazo en plena frente, de dos dedos de espesor, mientras entraba al tubo desconfiando porque allí no había pasto, alcanzó a comprender que había otra res delante, balando, que ya se la llevaba el gancho... y cayó detrás, también, y el cemento tembló bajo esos huesos... Aquella otra res, que esquivó el marronazo y que cayó también, con un ojo reventado y una guampa partida, deshecha, también cayó y tembló la tierra, tembló el marrón, tembló el marronero; la res, murió temblando de dolor y de miedo... de un marronazo en plena frente "for export" del Uruguay...

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