Tiempo en Zaragoza

viernes, 13 de abril de 2012

respuestas










Debiera ser una reproducción inexacta de vivencias llegadas unas tras otra, debiera ser un reportaje íntimo de unas horas impredecibles: el problema es básicamente la falta casi absoluta de recursos: qué coño¡¡

Llamó un amor imaginado: hazme daño; pidió, ¿Cómo si no te tengo cerca? Realmente lo que me pondría es recorrer tus curvas, tus deseos, los míos también, los que quedaron pendientes desde el mismo día en que confluimos, y necesitamos poner en balanza
Llamó el siempre sabio, el acabado jefe de lenguas, hoy mas peripatético que ayer, hoy más inútil espectro de una viuda bien colmada, de alumnas ucranianas ó finlandesas, admiradoras del cerebro, nuca del sexo como quisiera
Nunca moriré, nunca moriré, aunque llevo 75 años jugando fuerte en la ruleta de la vida, de identidad, de energía, de grito y canto, de pase y capote, de burla lastimera, hoy que no es el hoy del ayer que yo sentía imbatible, aún así, aquí permanezco, mal que le pese a esta puta flebitis galopante
Cari, amante, corazón, amor, rey, cuerpo, diosa, inmenso etcétera de palabras abrasivas, de irreales imágenes de un aproximadamente convivir: te diste cuenta, en ese primer momento tan aparente: era lo que se esperaba en la película inicial, los iniciales minutos de un guión bastante incompleto.
La cama era sencilla, la postura incómoda y ardiente, el deseo se difuminaba en acordes de sueño y ciertas dificultades: una solución inesperada, un silencio prolongado, un odio tenaz por descontrol, y por sobre todo una piel pidiendo su parte, sin más ni más, nunca más recibida o estudiada: se acabó ahí el inexistente lazo. Tuvo su pieza alucinada, su broche y cierre, como ráfaga de aire inexacta pero acogida, diosa de los lamentos suaves, de las vueltas amables, de los años inolvidables, de aquello que pedía en sus sueños más ligeros, esos momentos de tanta duda. Éramos incipientes programas de vidas invisibles, éramos proyectos inacabados de un dios distraído en grandes decisiones, cómo ese corazón preadolescente conocía el difícil camino de la existencia.

No hay comentarios: